Dalszöveg
No sé cuánto tiempo me queda para verte reír
Para sentarnos juntos bajo un cielo sin fin
Pa’ caminar de tu brazo mientras el mundo gira
Y contar las estrellas que nunca se cansan de brillar.
No quiero que este mole algún día se termine,
Que el café pierda su aroma, que tus historias se olviden.
Quiero llevarte a un lugar donde el sol no se apague,
Donde tus pasos bailen en caminos que nadie sabe.
Te llevo a oler la brisa de un mar que nunca has visto,
A escuchar lenguas extrañas, a cruzar un puente distinto.
Porque cada rincón que pisamos se siente eterno
Y cada abrazo tuyo me quita el miedo al invierno.
Si algún día el mole se acaba, que no sea este domingo,
Que sigamos brindando con risas y con cariño.
Si se detiene el tiempo, lo vivimos a lo grande,
Llenando cada minuto con sueños que tú me mandes.
Te quiero mostrar el mundo antes que el reloj decida,
Que tu risa deje huellas en cada avenida.
Antes que el silencio calle tus anécdotas de vida,
Y que la mesa quede vacía cuando termine la comida.
Vamos a pintarnos con los colores de cada lugar,
Desde montañas nevadas hasta un mercado en Tánger.
Quiero que el viento te cante y que las flores te bailen,
Que el universo se detenga si tus ojos se abren.
Si este mole algún día se enfría y la mesa se despeja,
Que quede el sabor de tu risa bajo la ceiba vieja.
Quiero llenar tu mundo con cosas que no conocías,
Pa’ que al cerrar los ojos veas todas tus travesías.
Y si este es el final, lo hacemos eterno,
Dejamos huellas en el barro y calor en invierno.
No quiero perderte, no mientras haya caminos,
Porque contigo cada paso se siente divino.
Antes que el mole se enfríe, abuela, tú y yo volamos,
Sin miedo a que el tiempo nos alcance las manos.
Antes que la luz se apague, vivimos como soñamos,
Porque en este viaje eterno, siempre nos encontramos.