Dalszöveg
Nacido el veinticinco, del julio cuarenta y uno,
Santiago fue su nombre, de José y Ruperta el orgullo.
En La Providencia creció, joven fuerte y valiente,
Con un corazón sincero, siempre fiel a su gente.
Conoció a Julia un día, su amor y compañera,
Con ella formó un hogar, diez hijos de su esfera.
Dejó la tierra querida, que lo vio por vez primera,
Y en Rubén Jaramillo empezó su nueva era.
(Coro)
Papá Chago, hombre noble y trabajador,
Con su rancho y su familia, entregó todo su amor.
En su caballo al alba, siempre lo podías ver,
Cuidando sus vacas, firme hasta el amanecer.
Julia lo esperaba siempre, con café y pan calientito,
Mientras él, entre ganado, construía su destino.
El rancho era su vida, su pasión y su verdad,
Con sus nietos a su lado, el tiempo supo disfrutar.
Pero un primero de octubre, su corazón se rindió,
Dejando un vacío inmenso, que el amor llenó.
Hoy su recuerdo vive, en cada risa y mirada,
Un hombre que dio su vida, por la tierra que amaba.
(Coro)
Papá Chago, hombre noble y trabajador,
Con su rancho y su familia, entregó todo su amor.
En su caballo al alba, siempre lo podías ver,
Cuidando sus vacas, firme hasta el amanecer.
(Puente)
Hoy lo llevamos en el alma, su legado sigue vivo,
Papá Chago, tú nos guías, desde el cielo bendecido.
Tus manos forjaron historias que nunca olvidaremos,
En cada rincón del rancho, tus pasos siempre veremos.
(Cierre)
Papá Chago, tu memoria vivirá,
En el canto del ganado y en cada despertar.
En el alma de tus hijos, en la tierra que amaste,
Por siempre te honramos, jamás te olvidaste.