Al día siguiente, el príncipe anunció que se casaría con la muchacha a la que se ajustara perfectamente la zapatilla. Todas las señoritas de la corte se probaron el valioso calzado, ¡pero ninguna tuvo suerte! Cuando les llegó su turno, las hermanastras de Cenicienta hicieron la prueba, pero no tenían el pie tan pequeño. Cuando Cenicienta pidió probarse la zapatilla, sus hermanas se burlaron de ella. Pero al ver que le quedaba a la perfección y que sacaba el par, no pudieron contener su sorpresa. Le pidieron perdón y Cenicienta aceptó gustosa sus disculpas. La joven fue llevada al castillo, donde el príncipe la reconoció inmediatamente. Se casaron pocos días después.