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La temperatura de recristalización,
es clave en el campo de la metalurgia,
define el cambio y la transformación,
cuando el metal sufre una nueva estructura.
En un tiempo finito se logra la acción,
y en una hora suele completarse.
Si la energía es alta en proporción,
la recristalización puede alcanzarse.
La ecuación ocho punto cinco nos muestra,
que el tiempo importa y no solo el calor,
la temperatura no es la respuesta,
pues el proceso tiene un ritmo mayor.
Con gran energía se va activando,
la temperatura parece un valor,
pero es el tiempo el que va equilibrando,
y así la balanza le da su rol.
Si requiere de doscientos mil joules,
y una hora a seiscientos grados va,
bajar diez grados lo hace menos ágil,
y en más de dos horas completará.
Sube diez más, reduce el tiempo,
media hora para recristalizar,
y veinte arriba, sin contratiempo,
en quince minutos puede acabar.
Para quien diseña no es solo un número,
la temperatura no es casualidad,
pues cada grado implica su costo,
la energía es un precio en realidad.
Pero el tiempo importa en cada paso,
pues hacer rentable el proceso es vital.
Y aunque la ciencia exige este plazo,
el equilibrio es tiempo y calor final.
Antes del cambio hay recuperación,
y con poligonización se ordena,
reducen tensiones en su formación,
preparando el camino que se espera.
La recristalización toma su lugar,
entre la etapa inicial y el final,
pues tras su paso los granos van a aumentar,
y hay que controlar su avance tal cual.
Si requiere de doscientos mil joules,
y una hora a seiscientos grados va,
bajar diez grados lo hace menos ágil,
y en más de dos horas completará.
Sube diez más, reduce el tiempo,
media hora para recristalizar,
y veinte arriba, sin contratiempo,
en quince minutos puede acabar.