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Hace más de treinta años, en un rincón del corazón,
jugábamos en el barro, soñando con el sol.
De Armstrong a la costa, el fuego siempre ardiendo,
y aunque el tiempo pase, seguimos siendo los mismos.
Nos reímos del viento, y del río que no perdona,
nuestra amistad es un barco, que nunca se abandona.
Y en el fuego seguimos, cantando hasta el amanecer,
con las manos marcadas, por tantas cosas que hacer.
En la pesca, en las rutas, o en la arena del mar,
somos un solo alma, que no sabe olvidar.
El coche ya no corre igual, pero el viaje es el mismo,
las historias de verano, son un eco en el abismo.
Nos miramos y sabemos, que la vida es un suspiro,
pero aquí estamos de nuevo, juntos, como siempre digo.
Nos ha cambiado el rostro, pero no la risa fiel,
y las noches bajo estrellas, nos siguen abrazando de miel.
Y en el fuego seguimos, cantando hasta el amanecer,
con las manos marcadas, por tantas cosas que hacer.
En la pesca, en las rutas, o en la arena del mar,
somos un solo alma, que no sabe olvidar.
La vida nos ha llevado, pero no nos ha dejado,
somos recuerdos, somos un lazo sagrado.
Y aunque pasen los años, el alma sigue viva,
porque una amistad como la nuestra nunca se olvida.
Y en el fuego seguimos, cantando hasta el amanecer,
con las manos marcadas, por tantas cosas que hacer.
En la pesca, en las rutas, o en la arena del mar,
somos un solo alma, que no sabe olvidar.