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El Santo Oficio, la Inquisición,
con manos de hierro, fue su misión.
Espíritu y cuerpo, bajo su poder,
quemando en silencio la fe y el saber.
Reinas de las sombras, curanderas de verdad,
cayeron en llamas, quemadas sin piedad.
La Iglesia y el Rey, aliados en cruzada,
en nombre de Dios, la justicia ahorcada.
Musulmanes, judíos, nadie se salvó,
protestantes y brujas, todos en su show.
Plantaban el miedo en cada rincón,
donde había esperanza, allí su prisión.
¡Fuego y fe! La hoguera se alzó,
en nombre de un Dios que nunca habló.
Santo Oficio, en sombra escondió
los gritos y vidas que el tiempo olvidó.
Aquí no hay juicio, sólo represión,
el cuerpo y el alma bajo su control.
Poder civil y el clero en unión,
te matan por dogma, te arden en traición.
Mujeres valientes, sabias del dolor,
curaban con plantas, les dieron terror.
El conocimiento era su herejía,
por eso la hoguera en plena luz del día.
¡Fuego y fe! La hoguera se alzó,
en nombre de un Dios que nunca habló.
Santo Oficio, en sombra escondió
los gritos y vidas que el tiempo olvidó.
¿Quién cuenta esta historia?
¿Quién narra su fin?
La Iglesia callada
por siglos sin fin.
Quemaron los sueños, en humo y dolor,
esos “salvadores” del alma y el honor.
Pero en sus libros, ni rastro quedó
de aquellos que murieron por el mismo Dios.
¡Fuego y fe! La hoguera se alzó,
en nombre de un Dios que nunca habló.
Santo Oficio, en sombra escondió
los gritos y vidas que el tiempo olvidó.
Fuego y fe...
silencio y poder…
Las almas se alzan,
nunca olvidarán su proceder.