Matías era un niño de 12 años lleno de ternura y bondad. A pesar de la situación económica complicada en la que vivía, siempre se esforzaba por ayudar a los demás. Tras la escuela, acompañaba a su madre al trabajo. Ella era asesora del hogar en una casa muy adinerada, donde trabajaba para la familia Williams. En esta familia estaba Felipe, el mejor amigo de Matías desde que tenían cinco años. Ambos habían crecido juntos y compartían una amistad entrañable. Felipe y Matías se habían convertido en inseparables. Después de la escuela, Matías se iba al trabajo de su madre con la expectativa de pasar tiempo con Felipe, jugar juntos y divertirse. A menudo, se quedaban hasta tarde, corriendo por los amplios jardines de la mansión de los Williams, mientras la madre de Matías cumplía con sus tareas. Un día, Matías comenzó a sentirse mal. Inicialmente, era solo un poco de cansancio y dolor en el estómago, pero a medida que pasaron los días, sus síntomas empeoraron. Su madre, preocupada, lo llevó al médico, pero el diagnóstico fue ambiguo. La salud de Matías continuó deteriorándose, y la preocupación de su madre se transformó en desesperación. Los médicos no podían determinar con precisión la causa de la enfermedad, y los síntomas se volvían