Me enamoré de ti, sin medir espacios, sin contar segundos y sin hacerle venia al destino. Me enamoré de esa sonrisa loca y de esos ojos de color café. Me enamoré del fuego de tus labios, de tus demonios, de tu veneno y tus espantos. Me enamoré perdidamente de tu forma de bailar, de reír y de soñar; yo me enamoré de algo real, pues tú eres rosa de mil espinas y a la vez, magia sin truco ni final. Pero era de esperarse. Y es que cuando el destino a uno le pone enfrente a alguien tan extraordinaria como tú, no le queda más que empezar a soñar en grande.